jueves, 15 de diciembre de 2011

UN PAR MÁS Y YA NOS VAMOS



Carlos Monsivais (México 1938 – 2010), que era un reputado crítico literario decía sobre la literatura peruana: “Tienen una literatura increíble, tal vez la mejor de Sudamérica…” Lo decía emocionado y desde una viva admiración por nuestras letras que tan bien conocía. Si alguien como él es capaz de expresar tanta admiración, entonces eso nos compromete con el deber de conocer la obra de nuestros poetas y narradores. Aquí una muestra pequeña, pero magistral de nuestra prosa, en la pluma de dos de nuestros más grandes narradores: Julio Ramón Ribeyro y Alfredo Bryce Echenique. Con ellos, cerramos con broche de oro nuestro taller y el ciclo de lecturas de cuentos de oro.






El descubrimiento de América

Alfredo Bryce Echenique.



América era hija de un matrimonio de inmigrantes italianos. Una de las muchachas más hermosas de Lima. ¡Qué bien le queda su uniforme de colegiala! Su uniforme azul marino de colegiala. De colegiala que ya se cansó de serlo. De colegiala con mentalidad pre-automovilística, pre-lujosa, y prematrimonial. De colegiala que se aburre en las clases de literatura, que jamás comprendió las matemáticas, y que piensa sinceramente que Larra se suicidó por cojudo, y no por romántico. Era su último año de colegio, y no sabía como ingeniárselas para que su uniforme pareciera traje de secretaria. Usaba las faldas bastante más cortas que sus compañeras de clase, y se ponía las blusas de cuando estaba en tercero de me­dia. ¡América! ¡América! Si no hubieras estado en colegio de monjas, tus profesores te hubieran comprendido. Pero, ¿para qué?, ¿para quién?, esas piernas tan hermosas debajo de la carpeta. Refregaba sus manos sobre sus muslos, y se llenaba de esperanzas. Las refregaba una y otra vez hasta que sonaba el timbre de salida. Tomaba el ómnibus en la avenida Arequipa, y se bajaba al llegar a la Plaza San Martín. Cruzaba la Plaza San Martín y sentía un poco de vergüenza de caminar con el uniforme azul. Pero a los hombres no les importaba: «Así vestida de azul, la haría bailar», dijo un bongosero que salía de un night club. América sintió un escalofrío. Pero los músicos no eran su género, ni tampoco ese flaco con cara de estudiante de letras, que la veía pasar diariamente, rumbo a la bodega de sus padres, en el jirón Huancavelica. Pero ese flaco no estaba esperándola hoy día, y a América le fastidió un poco no verlo.
Hoy no la he visto pasar sin mirarme. Amor amor amor. Volverás. Vuelve amor vuelve. Con seguridad de amor. Vuelve amor. Porque no la he visto pasar sin mirarme y voy a pedir un café y no me estoy muriendo. Vuelve amor sentir amor amar sentir.Antes. Como antes. Luchar por amar y no culos. Verla pasar amar. No culos. Sentir amor. Me ve. No me mira. Me ve. Vuelve amor. café café. Nervios. Nervioso. Ya debe haber pasado. No se había parado a esperarla, y de acuerdo con su reloj ya debería haber pasado. Las cosas mejoraban: había sufrido un poco al no verla. Estaba optimista. Quería amarla como amaba antes; como había amado antes. «Es posible», se decía. «Es posible», y recordaba que una vez se había desmayado al ver una muchacha demasiado todo lo bueno para ser verdad. «Es posible.» Desde sue mesa, en un café de las Galerías Boza, Manolo veía a Marta que se acercaba sonriente. «Marta la fea. Inteligente. Debería quererla. No.» Marta conocía a Manolo; conocía también a América, y había aceptado presentársela. Pero antes quería hablarle; aconsejarlo. Hablar al viento.
—Siéntate, Marta.
—Ya debe haber pasado.
—Hace cinco minutos. ¿Un café?
—Bueno, gracias. ¿Y, Manolo?
—¿Mañana?
—Estás loco, Manolo —dijo Marta, con voz maternal—. No sabes en lo que te metes.
—La quiero, Marta. La quiero mucho.
—No la conoces.
—Pero estoy seguro de lo que digo. No te rías, pero yo tengo una especie de poder, una cierta intuición. No sé cómo explicarte, pero cuando veo una cara que me gusta así, adivino todo lo que hay dentro. Ya sé cómo es América. Me la imagino. La presiento.
—Y te arrojas a una piscina sin agua. Ya lo has hecho.
—Tú y tus fórmulas.
—Ya lo has hecho.
—Era otra cosa.
—Terco como una mula —dijo Marta—. Te la voy a presentar. Después de todo, ¿por qué no? Allá tú.
—¡Gracias, Marta! ¡Gracias!
—Pero es preciso que te diga que América es todo lo contrario de una chica inteligente.
—Uno no quiere a una persona porque es inteligente —dijo Manolo, desviando la mirada al darse cuenta de que había metido la pata.
—¿Y con el cuerpazo de América? ¿Tú crees que eso es amor?
—¡Nada de eso! —exclamó Manolo, fastidiado al comprobar que su mano no temblaba mientras cogía la taza de ca­fé—. Nada de eso. Sus ojos. Su cara maravillosa.
—Y esa blusita de su hermana menor...
—¡Nada de eso! Como antes.
—¿Como qué antes?
—No podría explicártelo —dijo Manolo—, pero tú comprendes.
—Me imagino que yo debo comprender todo.
Estas últimas palabras, pronunciadas con cierta tristeza y resignación, lo dejaron pensativo. Recordaba las veces que Marta lo había invitado a tomar té a su casa. ¡Cuántas veces le había mandado entradas para el teatro, o para el cine? ¿Y él? ¿Qué había hecho él por Marta? Era la primera vez que la invitaba y la invitaba para que le presentara a otra chica. «Hay dos tipos de mujeres», pensó: «las que uno ama, y las Martas. Las que lo comprenden todo». La miró: bebía su café en silencio. Una sola palabra suya, y la hubiera hecho feliz; la hubiera pasado al grupo de las que uno ama. Pero Manolo había nacido mudo para esas palabras. «Si un día termino con América, pensó. «América. América. Las piernas de América. No. No. Los ojos de América.»
—Toda la vida andas sin plata —dijo Marta. Y anunció—: A América le gustan los muchachos que gastan plata.
—No importa —dijo Manolo—. Vive en Chaclacayo, y allá no hay en que gastar la plata. Sólo hay que gastar en cine o en helados, y tan pelado no estoy.
—¿Y qué vas a hacer con lo del automóvil? —le preguntó, mirándolo fijamente para observar su reacción—. ¿Te vas a comprar uno? Sin automóvil ni te mirará.
—Gracias por llamarla puta —dijo Manolo, indignado.
—No la he llamado eso. Ni siquiera lo he pensado, pero América es una chica alocada, y ya te dije que no es inteligente.
—Confío en mi suerte, y en mi imaginación.
—¿En tu imaginación?
—Ya verás —dijo Manolo, sonriente—. Si supieras todo lo que se me está ocurriendo.
—Veremos. Veremos.
—Mañana me la presentas. Será cosa de un minuto. Después, todo corre por mi cuenta.
—Mañana no puedo, Manolo —dijo Marta—. Tengo cita con el oculista. Parece que además de todo me van a poner anteojos.
—¿Entonces, cuándo? —preguntó Manolo, fingiendo no haber escuchado las últimas palabras de Marta.
—Pasado mañana. Espérame en la puerta del cine San Martín.
—Tú te encuentras con ella, y luego yo paso como quien no quiere la cosa. Me llamas, y ya está.
—No te preocupes —dijo Marta—. Será como tú quieras. Será fácil retenerla para que puedas conversar un rato con ella.
—Sí. Sí. Tengo que ganar tiempo. Pronto empezarán los exámenes finales, y ya no vendrá a clases.
—Te pasarás el verano en Chaclacayo.
—¡E1 verano es mío! —exclamó Manolo, sonriente—. Eres un genio, Marta.
—Bueno, Manolo. Este genio se va.
—No te vayas —dijo Manolo, satisfecho al darse cuenta de que la partida de Marta lo apenaba—. Vamos al cine.
—No hay una sola película en Lima que yo no haya visto —dijo Marta, con voz firme.
Manolo se puso de pie para despedirse de ella.  Había comprendido el mensaje que traían sus últimas palabras, y sabía que era inútil insistir. Como de costumbre, Marta había «olvidado» su paquete de cigarrillos para que Manolo lo pudiera coger. No sabía que decirle. Le extendió la mano.
—Adiós, Manolo. Hasta pasado mañana.
—Adiós, Marta.
—¿Vendrás mañana a verla pasar? —preguntó Marta.
—Es el último día que pasa sin conocerla —respondió Manolo—. ¿Tú crees que me voy a negar ese placer?
—Loco.
—Sí, loco —repitió Manolo, en voz baja, mientras Marta se alejaba. No era su partida lo que lo entristecía, sino el darse cuenta de que ya no tendría con quién hablar de América. Llamó al mozo del café y le pagó. Luego, caminó hasta la calle Boza, y se detuvo a contemplar la vereda por donde diariamente pasaba América hacia la bodega de sus padres. «Sus caderas. No. No. Sus ojos. Mañana.»
América salía del colegio a las cinco de la tarde, y él salía de la Universidad a las cinco de la tarde. Pero ella tenía que tomar el ómnibus, y en cambio él estaba cerca de la Plaza de San Martín. Caminaba lentamente y estudiando las reacciones de su cuerpo: «Nada». Se acercaba a la Plaza San Martín, y no sentía ningún temblor en las piernas. El pecho no se le oprimía, y respiraba con gran facilidad. No estaba muñequeado. Encendió un cigarrillo, y nunca antes estuvo su mano tan firme al llevar el fósforo hacia la boca. Llegó a la Plaza San Martín, y se detuvo para contemplar, allá, al frente, el lugar en que la esperaba todos los días. Vio llegar uno de los ómnibus de la avenida Arequipa, y no sintió como si se fuera a desmayar. «Todavía es muy temprano», se dijo, arrojando el cigarrillo, y cruzando la plaza hasta llegar a la esquina de la calle Boza. Se detuvo. Desde allí la vería bajar del ómnibus, y caminar hacia él: como siempre. Se examinaba. Le molestaba que América supiera que la miraba. Hacía tanto tiempo que la miraba, que ya tenía que haberse dado cuenta. «¿Y si se hace la sobrada? ¿Si Marta no viene mañana? ¿Si me deja plantado? ¿Si cambia de idea? ¿Si decide no presentármela?» Estas preguntas lo mortificaban. «Te quiero, América.» Sintió que la quería, y sintió también un ligero tem­blor en las piernas. Sin embargo, no sintió que perdía los papeles al ver que América bajaba del ómnibus, y eso le molestó: perder los papeles era amor para Manolo. América avanzaba. Distinguía su blusa blanca entre el chalequillo abierto de uniforme. Sus zapatos marrones de colegiala. Su melena castaña rojiza de domadora de fieras. Avanzaba. Veía ahora el bulto de sus senos bajo la blusa blanca. Los botones dorados del uniforme. Se acercaba, y Manolo no le quitaba los ojos de encima... Linda. Linda. Linda. Te quiero tanto. Te siento. Cerca. Más cerca. Yo te quiero tanto. Cigarrillo. ¿En qué momento encendido? Sus ojos. Buenas piernas. Pero sus ojos. La blusa. Marta. ¡Mierda! Mañana mañana ven ven. La falda con las caderas. Piernas. La quiero. Como antes. Y América estaba a su lado. Pasaba a su lado, y su blusa se abultaba cada vez más al pasar de perfil, y ya no estaba allí, y él no volteó para no verle el culo, y porque la quería.
—¡Manolo! —llamó una voz de mujer, desde atrás. Manolo sintió que se derrumbaba. Le costó trabajo voltear.
—¡Marta! —exclamó, asombrado. Marta estaba con América.
—¡Qué ha sido de tu vida, Manolo? ¿Qué haces allí parado?
—Espero a un amigo.
—Ven, acércate —dijo Marta, sonriente—. Quiero presentarte a una amiga.
—Mucho gusto —dijo Manolo, acercándose y extendiendo la mano para saludar a América.
Era una mano áspera y caliente, y Manolo no sabía en que parte del cuerpo había sentido un cosquilleo. América, ahí, delante suyo, lo miraba sin ruborizarse, y era amplia y hermosa. El uniforme no le quedaba tan estrecho, pero era como si le quedara muy estrecho. Esa piel morena, ahí, delan­te suyo, era como la tierra húmeda, y el hubiera querido tocarla. Marta sonreía confiada, pero a Manolo le parecía que era una mujer insignificante y la odiaba. América también son­reía, y Manolo hubiera querido coger esa cabellera larga; esas crines de muchacha malcriada y sucia que no se peinaba para fastidiar a los hombres. Y su blusa se inflaba cuando sonreía, y a Manolo le parecía que sus senos se le acercaban, y era como si los fuera a emparar.
—Vamos a tomar una Coca-Cola —dijo Marta.
—No puedo —dijo América—. Mis padres me esperan en la tienda (ella no la llamaba bodega).
—Yo tampoco —dijo Manolo—. Tengo que esperar a mi amigo (mentía porque quería huir).
—¿Cuándo empiezan tus exámenes, América? —preguntó Marta tratando de retenerla.
—Dentro de veinte días —respondió—. No sé cómo voy a hacer. No sé nada de nada.
—En quinto de media no se jalan a nadie —dijo Manolo.
—¿Tú crees? Ojalá.
—No te preocupes, América —dijo Manolo—. Ya verás cómo no se jalan a nadie.
—Y después, ¿qué piensas hacer?
—Nada. Descansar.
—¿Te quedas en Chaclacayo?
—Sí. ¿Qué voy a hacer? Es muy aburrido en verano, pero ¿qué voy a hacer?
—Todo el mundo se va a la playa —dijo Manolo.
—Yo sólo puedo ir los sábados y domingos.
—¿Y la piscina de Huampaní? —preguntó Manolo.
—Es el último recurso, aunque a veces vienen amigos con carro y me llevan a la playa.
—Yo tengo una casa muy bonita en Chaclacayo —dijo Manolo, ante la mirada de asombro de Marta, que sabía que estaba mintiendo—. Tiene una piscina muy grande —conti­nuó—. Hace años que no vamos y está desocupada. Si quieres, te puedo invitar un día a bañarnos.
—Nunca te he visto en Chaclacayo —dijo América.
—Ya me verás
América se despidió sonriente, y continuó su camino hacia la bodega de sus padres. Manolo la miraba alejarse, y pensaba que esa falda no hubiera aguantado otro año de colegio sin reventar. Estaba contento. Muy contento. Con América todo sería perfecto, porque había perdido los papeles en el momento en que Marta se la presentó y cuando el perdía los papeles, eso era amor. La amaba, y América sería como el amor de antes. Todo volvería.
—Perdóname —dijo Marta—. Piensa que ya saliste de eso. Yo también ya salí de eso.
—No estaba preparado —dijo Manolo—. ¿Por qué lo has hecho?
—Quería verte sufrir un poco —respondió Marta—. Ya que tenía que hacerlo, por lo menos sacar algún provecho de ello. Y te juro que nunca olvidaré la cara de espanto que pusiste. Era para morirse de risa.
—Te felicito —dijo Manolo, pero se arrepintió—: Gracias, Marta. Ahora ya todo es cosa mía.
—Avísame que tal te va —dijo Marta, y se despidió.
Manolo la veía alejarse. «Si me va bien, no volverás a saber de mí», pensó, y se dirigió a las Galerías Boza para tomar un café. Al sentarse, escribió en una servilleta que había sobre la mesa: «E1 día 20 de noviembre, a las 5.30 de la tarde, Manolo conoció a América, y América conoció a Manolo. Te amo». No mencionó a Marta para nada.
Los fines que perseguía Manolo al tratar de conquistar a América eran dos: el primero, muy justo y muy bello: «Amar como antes»; el segundo, menos vago, menos bello, pero también muy humano: fregar a Marta. Sobre todo, desde aquel día en que lo encontró por la calle, y le preguntó si América ya lo había mandado a rodar por no tener automóvil. Los medios que utilizaba para lograr tales fines eran también dos: su imaginación de estudiante de letras y la falta de imaginación (léase inteligencia) de América. Cada vez que América decía una tontería, Manolo se inflaba de piedad, confundía este sentimiento con el amor que tenía que sentir por ella, y odiaba a Marta.
Había dejado de verla durante los veinte días que estuvo en exámenes, durante la Navidad, y el Año Nuevo. La extrañaba. Habían quedado en verse a comienzos de enero, en Chaclacayo.
Amaba Chaclacayo. Amaba todo lo que estuviera entre Ñaña y Chosica. Recordaba su niñez, y los años que había vivido en Chosica. No olvidaría aquellos domingos en que salía a pasear con su padre por el Parque Central. Caminaban entre la gente, y su padre lo trataba como a un amigo. Le costaba trabajo reconocerlo sin su corbata, sin su terno, sin su ropa de oficina, sin su puntualidad, y sin sus órdenes. No era más que un niño, pero se daba muy bien cuenta de que su padre era otro hombre. Un lunes, le hubiera dicho: «Anda a comer. Estudia. Haz tus temas». Pero era domingo, y le preguntaba: «¿Quieres regresar ya? Nos paseamos un rato más». Y él tenía que adivinar lo que su padre quería, y adivinar lo que su padre quería era muy fácil, porque siempre estaba de buen humor los domingos; porque era otro hombre, como un amigo que lo lleva de la mano; y por­que estaba vestido de sport. Llevaría a América a Chosica, le contaría todas esas cosas, y ella sería un amor como antes, como quince años. Ya vería Marta como América era la que el creía y él tampoco había cambiado a pesar de haber aprendido tantas cosas. Sólo le molestaba saber que tendría, que usar algunas tácticas imaginativas para lograr todo eso. Pero el sol de Chaclacayo, y el sol de Chosica lo ayudarían. Sí. El sol lo ayudaría como ayuda a los toreros. Este mismo sol que mantenía vivos sus recuerdos, y que brilla todo el año menos el día en que uno lleva
a un extranjero para mostrarle que a media hora de Lima el sol brilla todo el ano).      

Entre el día tres de enero, en que Manolo visitó por primera vez a América, en su casa de Chaclacayo, y el día primero de febrero en que, sorprendido, escuchó que ella le decía: «Mi bolero favorito (Manolo sintió una pena inmensa) es que te quiero, sabrás que te quiero», entre esas dos fechas, muchas cosas habían sucedido.
Bajó de un colectivo cerca a la casa de América, y se introdujo sin ser visto en el baño de un pequeño restaurante. Rápidamente se vendó una de las manos, y se colgó el brazo en un pañuelo de seda blanco, como si estuviera fracturado. Luego, se vendó un pie, y extrajo de un pequeño maletín un zapato, al cual le había cortado la punta para que asomaran por ella los dedos. Traía también un  viejo bastón que había pertenecido a su abuelo. Salió del baño, bebió una cerveza en el mostrador, y cojeó entrenándose hasta la casa de América. Hacía mucho calor, y sentía que la corbata que le había robado a su padre le molestaba. El cuello excesivamente almidonado de su flamante camisa, le irritaba la piel. Sus labios estaban muy secos mientras tocaba el timbre, y le temblaba ligeramente la boca del estómago. «Como antes», pensó y sintió que perdía los papeles, pero era que América aparecía por una puerta lateral, y que él pensaba que algo en su atuendo podía delatarlo.
—¡Manolo! ¿Qué te ha pasado?
—Me saqué la mugre.
—¿Cómo así?
—En una carrera de autos con unos amigos.
—¡Te has podido matar!
«¿Y tú, cómo sabes?», pensó Manolo, un poco sorprendido al ver que las cosas marchaban tan bien. Hubiera querido detener todo eso, pero ya era muy tarde.
—Pudo haber sido peor —continuó—. Era un carro sport, y no sé cómo no me destapé el cráneo.
—¿Y el carro?
—Ese sí que murió —respondió Manolo, pensando: «Nunca nació».
—Y ahora, ¿qué vas a hacer?
—Nada —dijo con tono indiferente—. Tengo que esperar que mis padres vuelvan de Europa. Ellos verán si lo arreglan o me compran otro. «No me creas, América», pensó, y dijo: No quiero arruinarles el viaje contándoles que he tenido un accidente. De cualquier modo —«allá va el disparo», pensó—, no podré manejar por un tiempo.
—Pero, ¿tu carro, Manolo?
—Pues nada —dijo, pensando que todo iba muy bien—. El problema está en conseguir taxis que quieran venir hasta Chaclacayo.
—Usa los colectivos, Manolo. («Te quiero, América.») No seas tonto.
—Ya veremos. Ya veremos —dijo Manolo, pensando que todo había salido a pedir de boca—. ¿Y tus exámenes?
—Un ensarte —dijo América, con desgano—. Me jalaron en tres, pero no pienso ocuparme más de eso.
—Claro. Claro. ¿Para qué te sirve eso? «¿Para ser igual a Marta?», pensó.
—¿Vamos a bañarnos a Huampaní?
—¡Bestial! —exclamó Manolo. Sentía que se llenaba de algo que podía ser amor.
—¿Y tus lesiones?
—¡Ah!, verdad. ¡Qué bruto soy...! Es que cuando no me duelen me olvido de ellas. De todas maneras, te acompaño.
—No. No importa, Manolo —dijo América, en quien parecía despertarse algo como el instinto maternal—. ¿Vamos al cine? Dan una buena película. Creo que es una idiotez, pero vale la pena verla. Cuando mejores, iremos a nadar.
—Claro —dijo Manolo. La amaba.
Durante diez días, Manolo cojeó al lado de América por todo Chaclacayo. Diariamente venía a visitarla, y diariamente se disfrazaba para ir a su casa. Sin embargo, tuvo que introducir algunas variaciones en su programa. Variaciones de orden práctico: tuvo, por ejemplo, que buscar otro vestuario, pues los propietarios del restaurante en que se cambiaba, se dieron cuenta de que entraba sano y corriendo, y salía maltrecho y cojeando. Se cambiaba, ahora, detrás de una casa deshabitada. Y variaciones de orden sentimental: debido a la credulidad de América. Le partía el alma engañarla de esa manera. Era increíble que no se hubiera dado cuenta: cojeaba cuando se acordaba, se quejaba de dolores cuando se acordaba, y un día hasta se puso a correr para alcanzar a un heladero. No podía tolerar esa situación. A veces, mientras se ponía las vendas, sentía que era un monstruo. No podía aceptar que ella sufriera al verlo tan maltrecho, y que todo eso fuera fingido. ¿Y cuando se acordaba de sus dolores? ¿Y cuando la hacía caminar lentamente a su lado, cogiéndolo del brazo sano? Era un monstruo. «Adoro su ingenuidad», se dijo un día, pero luego «¿y si lo hace por el automóvil?». «Y si cree que me van a comprar otro?» Pero no podía ser verdad. Había que ver cómo prefería quedarse con él, antes que ir a bañarse a la piscina de Huampaní. «Es mi amor», se dijo, y desde entonces decidió que tenía que sufrir de verdad, aunque fuera un poco, y se introducía piedrecillas en los zapatos para ser más digno de la credulidad de América, y de paso para no olvidarse de cojear.
Durante los días en que vino cubierto de vendas, Manolo y América vieron todas las películas que se estrenaron en Chaclacayo. Dos veces se aventuraron hasta Chosica, a pedido de Manolo. Fueron en colectivo (él se quejó de que no hubiera taxis en esa zona). Y se pasearon por el Parque Central, y recordaba su niñez. Recordaba cuando su padre se paseaba con él los domingos vestidos de sport, y qué miedo de que le cayera un pelotazo de fútbol en la cabeza. Porque no quería ver a su padre trompearse, porque su padre era muy flaco y muy bien educado, y porque el temía que algunos de esos mastodontes con zapatos que parecían de madera y estaban llenos de clavos y cocos, le fuera a pegar a su padre. Y entonces le pedía para ir a pasear a otro sitio, y su padre le ofrecía un helado, y le decía que no le contara a su mamá, y le hablaba sin mirarlo. Hubiera querido contarle todas esas cosas a América, y un día, la primera vez que fueron, trató de hacerlo, pero ella no le prestó mucha atención. Y cuando América no le prestaba mucha atención, sentía ganas de quitarse las piedrecillas que llevaba en los zapatos, y que tanto le molestaban al caminar. Recordaba entonces que un tío suyo, muy bueno y muy católico, se ponía piedrecillas en los zapatos por amor a Dios, y pensaba que estaba prostituyendo el catolicismo de su tío, y que si hay infierno, él se iba a ir al infierno, y que bestial sería condenarse por amor a América, pero América, a su lado, no se enteraría jamás de esas cosas que Marta escucharía con tanta atención.
—América —dijo Manolo. Era la segunda vez que iban a Chosica, y tenía los pies llenos de piedrecillas.
—¿Qué?
—¿Cómo habrá venido a caer este poema en mi bolsillo?
—A ver...
Bajando el valle de Tarma,
Tu ausencia bajó conmigo.
Y cada vez más los inmensos cerros...
Se detuvo. No quiso seguir leyendo: tres versos, y ya América estaba mirando la hora en su reloj. Guardó el poema en el bolsillo izquierdo de su saco, junto a los otros doce que había escrito desde que la había conocido. Poemas bastante malos. Generalmente empezaban bien, pero luego era como si se le agotara algo, y necesitaba leer otros poemas para terminarlos. Casi plagiaba, pero era que América... La invitó a tomar una Coca-Cola antes de regresar a Chaclacayo. El pidió una cerveza, y durante dos horas le habló de su automóvil: «Era un bólido. Era rojo. Tenía tapiz de cuero negro, etc.». Pero no importaba, porque cuando su padre llegara de Europa seguro que le iba a comprar otro, y «¿qué marca de carro te gustaría que me comprara, América? ¿Y de qué color te gustaría? ¿Y te gustaría que fuera sport o simplemente convertible?». Y, en fin, todas esas cosas que iba sacando del fondo de su tercera cerveza, y co­mo América parecía estar muy entretenida, y hasta feliz: «¡Imbécil! Marta», pensó.
El día catorce de enero, Manolo llegó ágil y elegantemente a casa de América. No había olvidado ningún detalle: hacía dos o tres meses que, por casualidad, había encontrado por la calle a Miguel, un jardinero que había trabajado años atrás en su barrio. Miguel le contó que ahora estaba muy bien, pues una familia de millonarios lo había contratado para que cuidara una inmensa casa que tenían deshabitada en Chaclacayo. Miguel se encargaba también de cuidar los jardines, y le contó que había una gran piscina; que a veces, el hijo millonario del millonario venía a bañarse con sus amigos; y que la pis­cina estaba siempre llena. «Ya sabes, niño», le dijo, «si algún día vas por allá...». Y le dio la dirección. Cuando tocó la puerta de casa de América, Manolo tenía la dirección en el bolsillo. —¡Manolo! —exclamó América al verlo—. ¡Como nuevo!
—Ayer me quitaron las vendas definitivamente. Los médicos dicen que ya estoy perfectamente bien. (Había tenido cuidado de no hablar de heridas, porque le parecía imposible pintarse cicatrices.)
Y durante más de una semana se bañaron diariamente en Huampaní. Por las noches, después de despedirse de América, Manolo iba a visitar a Miguel, quien lo paseaba por toda la inmensa casa deshabitada. Se la aprendió de memoria. Luego, salían a beber unas cervezas, y Manolo le contaba que se había templado de una hembrita que no vivía muy lejos. Una noche en que se emborracharon, se atrevió a contarle sus planes, y le dijo que tendría que tratarlo como si fuera el hijo del dueño. «Pendejo», replicó Miguel, sonriente, pero Manolo le explicó que en Huampaní había mucha gente, y que no podía estar a solas con ella. «Pendejo, niño», repitió Miguel, y Manolo le dijo que era un malpensado, y que no se trataba de eso. «La quiero mucho, Miguel», añadió, pensando: «Mucho, como antes, por­que la iba a volver a engañar».
Llegaban a Huampaní.
—Mañana iremos a bañarnos a casa de mis padres —dijo Manolo—. He traído las llaves.
—Hubiéramos podido ir hoy —replicó América, mientras se dirigía al vestuario de mujeres.
Manolo la esperaba sentado al borde de la piscina, y con los pies en el agua. «Traje de baño blanco», se dijo al verla aparecer. Venía con su atrayente malla blanca, y caminaba como si estuviera delante del jurado en un concurso de belleza. Avanzaba con su melena... Debería cortársela aunque sea un poco porque parece, y sus piernas morenas mas tostadas por el sol con esos muslos. Esos muslos estarían bien en fotografías de periódicos sensacionalistas. Sufriría si viera en el cuarto de un pajero la fotografía de América en papel periódico. Améri­ca se apoyó en su hombro para agacharse y sentarse a su lado. Vio cómo sus muslos se aplastaban sobre el borde de la pisci­na, y cómo el agua le llegaba a las pantorrillas. Vio cómo sus piernas tenían vellos, pero no muchos, y esos vellos rubios sobre la piel tan morena, lo hacían sentir algo allá abajo, tan lejos de sus buenos sentimientos... Qué pena, parece de esas con unos hombres que dan asco en unos carros amarillos que quieren ser último modelo los domingos de julio en el Parque Central de Chosica. Justamente cuando no me gusta ir al Parque de Chosica. Esos hombres vienen de Lima y se ponen camisas amarillas en unos carros amarillos para venir a cachar a Chosica.
—No me cierra el gorro de baño.
—No te lo pongas.
—Se me va a empapar el pelo.
—El sol te lo seca en un instante.
Había algo entre el sol y sus cabellos, y él no podía explicarse bien que cosa era... Pero los tigres en los circos son amari­llos como el sol y esa cabellera de domadora de fieras. América le pidió que le ayudara a ponerse el gorro, y mientras la ayudaba y forcejeaba, pensaba que sus brazos podían resbalar, y que iba a cogerle los senos que estaban ahí, junto a su hombro, tan pálido junto al de América... Y por cojudo y andar fingiendo accidentes de hijo de millonario no he podido ir a mi playa en los viejos Baños de Barranco, con el funicular y esas cosas de otros tiempos, cerca a una casa en que hay poetas. Esos Baños tan viejos con sus terrazas de madera tan tristes. Pero América no quedaría bien en esa playa de antigüedades porque aquí está con su malla blanca y las cosas sexys son de ahora o tal vez, eso no, acabo de descubrirlas. No porque la quiero. América. No voy a mirarle más los vellos, quiero tocarlos, son medio rubios. Me gustan sobre sus piernas, sus pantorrillas, sus muslos morenos.
«A1 agua», gritó América, resbalándose por el borde de la piscina. Manolo la siguió. Nadaba detrás de ella comoun pez detrás de otro en una pecera, y a veces, sus manos la tocaban al bracear, y entonces perdía el ritmo, y se detenía para volver a empezar. América se cogió al borde, al llegar a uno de los extremos de la piscina. Manolo, a su lado, respiraba fuertemente, y veía como sus senos se formaban y se deformaban, pero era el agua que se estaba moviendo.
—Ya no tengo frío —dijo América.
—Yo tampoco —dijo Manolo, pero continuaba temblando, y le era difícil respirar.
—Estas muy blanco, Manolo.
—Es uno de mis primeros baños en este verano.
—Yo tampoco me he bañado muchas veces. Siempre soy morena. ¿Te gustan las mujeres morenas?
—Sí —respondió Manolo, volteando la cara para no mirarla—. ¿Vamos a bucear?
Buceaban. Le ardían los ojos, pero insistía en mantenerlos abiertos bajo el agua, porque así podía mirarla muy bien y sin que ella se diera cuenta. Salían a la superficie, tomaban aire, y volvían a sumergirse. Ella se cogió de sus pies para que la jalara y la hiciera avanzar pero Manolo giró en ese momento y se encontró con la cara de América frente a la suya. La tomó por la cintura. Ella se cogió de sus brazos, y Manolo sentía el roce de sus piernas mientras volvían a la superficie en busca de aire. «Voy a descansar», dijo América, y se alejó nadando hasta llegar a la escalerilla. Manolo la siguió. Desde el agua, la veía subir y observaba que hermosas eran sus piernas por atrás y como la malla mojada se le pegaba al cuerpo, y era como si estuviera desnuda allí, encima suyo. No salió. Desde el borde de la pisci­na, ella lo veía pensativo, cogido de la escalerilla... No me explico cómo ese tipo que me esperaba todos los días en la Plaza San Martín, y felizmente que ya acabó el colegio, ni tampoco me importan los exámenes en que me han jalado, ni me dio vergüenza cuando me preguntó que tal me fue en los exámenes. Allá abajo tan flaco no me explico pero parece inteligente y sabe decir las cosas, pero tendré que darle ánimos y todo lo que dice cuando habla del accidente me gusta, ese carro fue muy bonito rojo no me importa por que allá abajo tan flaco tan pálido me hace sentir segura. Pero mis amigas qué van a pensar tengo buen cuerpo y con mi cara esperan algo mejor porque los hombres me dicen tantos piropos, tantas cochinadas, más piropos que a otras y cuando fui a Lima con Mariana tan rubia tan bonita me dijeron más piropos te gané Mariana, pero el enamo­rado de Mariana es muy buen mozo pero Manolo se viste mejor, si paso un mal rato en una fiesta el carro mis amigas se acostumbrarán a que mi enamorado no es tan buen mozo. Me gusta mucho, me gusta más que otros enamorados no le he dicho he tenido, y algo pasa en mi cuerpo algo como ahora está allá abajo y siento raro en mi cuerpo, fue gracioso cuando me tocó la cintura mejor todavía que cuando Raúl me apretaba tanto.
—¿Quieres sentarte en esa banca? —preguntó Manolo, que subía la escalerilla.
—Sí —respondió América—. Ya no quiero bañarme más.
—Ven. Vamos antes que alguien la coja.
—Me molesta tanta gente. A partir de mañana tenemos que ir a tu casa.
—Sí. Allá todo será mejor.
—¿Qué tal es la piscina?
—Es muy grande, y el agua esta más limpia que ésta.
—¿Nadie se baña nunca?
—Me imagino que el jardinero se debe pegar su baño, de vez en cuando.
—¿Y para que la tienen llena?
—A veces, se me ocurría venir con mis amigos —dijo Manolo.
—Que tales jaranas las que debes haber armado ahí —dijo América, tratando de insinuar muchas cosas.
—No creas —respondió Manolo, con tono indiferente. Estaba jugando su rol.
—¡A mí con cuentos! —exclamó América, sonriente.
—América —dijo Manolo, con voz suplicante—. América...
—¿Qué cosa? Dime, ¿qué cosa?
—Nada. Nada... Estaba pensando... «Te quiero mucho. A pesar de...»
—¿Qué cosa?, Manolo.
—Nada. Nada. Creo que ya esta bien de piscina por hoy. Regresemos a tu casa.
—Vamos a cambiarnos.

Estaba listo. Cuando América salió del vestuario con sus pantalones pescador a rayas blancas y rojas, Manolo recordó que ella le había contado que aún no había ido a Lima a hacer sus compras por ese verano. Los pantalones le estaban muy apretados, y ahora, al caminar por las calles de Chaclacayo, todo el mundo voltearía a mirarle el rabo: «¿Y por qué no?», se preguntaba Manolo. «Lista», dijo América y caminaron juntos hasta su casa.
Nadie los molestaba. Sus padres estaban en la tienda (Manolo había aprendido a llamarla así), y la abuela, allá arriba, demasiado vieja para bajar las escaleras. Entraron a la sala. El sacó unos discos. Ella puso los boleros. La miró. Ella le dijo para bailar. El se disculpó diciendo que debido al accidente... Ella insistió. Cedió. Bailaban. Ella empezó a respirar fuertemente. El empezó a mirarle los vellos rubios sobre sus antebrazos morenos, y a recordar... Ella cerró los ojos. El le pegó la cara. Ella le apretó la mano. Terminó ese disco. Ella le dijo que su bolero favorito era Sabrás que te quiero. Le dijo que se lo iba a regalar, y se sentó. Ella lo notó triste, y se sentó a su lado. Tuvo un gesto de desesperación. Ella le preguntó si hacía mucho calor, y abrió la ventana. Le cogió la mano. Ella le puso la boca para que la besara. La iba a besar. Ella lo besó muy bien.
«Es inmensa. El agua esta cristalina», dijo América, parada frente a la piscina, en casa de Manolo. «No está mal», agregó Manolo, cogiéndola de la mano, y diciéndole que la quería mucho, y que le iba a explicar muchas cosas. Estaba dispuesto a contarle todo lo que Marta le había dicho sobre ella. Estaba dispuesto a decirle que entre ellos todo iba a ser perfecto, y que él creía aún en tantas cosas que según la gente pasan con la edad. Estaba decidido a explicarle que con ella todo iba a ser como antes, aunque le parecía difícil encontrar las palabras para explicar cómo era ese «antes». «Vamos a ponernos la ropa de baño», dijo América. Manolo le señaló la puerta por donde tenía que entrar para cambiarse. El se cambió en el dormitorio de Miguel. «El tiempo pasa, niño», le dijo Miguel. «Está como cuete.»
Habían extendido sus toallas sobre el césped que rodeaba la piscina, América se había echado sobre la toalla de Manolo, y Manolo sobre la de América. Permanecían en silencio, cogidos de la mano, mientras el sol les quemaba la cara, y Manolo se imaginaba que los ojos negros e inmensos de América lagrimeaban también como los suyos. Volteó a mirarla: gotas de sudor resbalaban por su cuello, y sintió ganas de beberlas. Morena, América resistía el sol sobre la cara, sobre los ojos, y continuaba mirando hacia arriba como si nada la molestara. Había recogido ligeramente las piernas, y Manolo las miraba pensando que eran más voluminosas que las suyas. hubiera gustado besarle los pies. Le acariciaba el antebrazo, y sentía sus vellos en las yemas de los dedos. La malla blanca subía y bajaba sobre sus senos y sobre su vientre, obedeciendo el ritmo de su respiración. Hubiera querido poner su mano; encima, que subiera y bajara, pero era mejor no aventurarse. En ese momento, América se puso de lado apoyándose en uno de sus brazos. Estaba a centímetros de su cuerpo, y le apretaba fuertemente la mano. Con la punta del pie, le hacía cosquillas en la pierna, y Manolo sentía su respiración caliente sobre la cara, y veía como sus senos aprisionados entre los hombros, rebalsaban morenos por el borde de la malla blanca como si trataran de escaparse. Le hablaría después. Era mejor bañarse; lanzarse al agua. Pero se estaba tan bien allí... Se incorporo rápidamente, y corrió hasta caer en el agua. América se había sentado para mirarlo. «¡Ven!», gritó Manolo. «Esta riquísima.»
Tampoco ella tenía la culpa. Habían escuchado a Miguel cuando dijo que iba a salir un rato. Habían nadado, y eso había empezado por ser un baño de piscina. No podrían decir en que momento habían comenzado, ni se habían dado cuenta de que era ya muy tarde cuando el agua empezó a molestarlos. Porque iban a continuar, y todo lo que no fuera eso había desaparecido, y los había dejado tirados ahí, al borde de la piscina, sobre el césped. Y Manolo la besaba y jugaba con sus cabellos, igual a esos tigrillos en los circos y en los zoológicos, que juegan, gruñen, y sacan las unas como si estuvieran peleando. Y América se reía, y se dejaba hacer, y colocaba una de sus rodillas entre sus piernas, y el sentía el roce de sus muslos y paseaba sus manos inquietas por todo su cuerpo, hasta que ya había tocado todo, y sintió que esa malla blanca que tanto le gustaba lo estaba estorbando. Era como si estuvieran de acuerdo: no hablaban, y él no le había dicho que se iba a bajar, pero ella lo había ayudado. Y entonces él había apoyado su cara entre esos senos como abandonándose a ellos, pero América lo buscaba con la rodilla, y él se había encogido y había besado ese vientre tan inquieto, donde la piel era tan y siempre morena. Luego, se había dejado caer sobre ese cuerpo caliente, y se había cogido de él como un náufrago a la boya, y no se había podido incorporar porque América y sus muslos lo habían aprisionado. Y luego el debió enceguecer porque ya no veía el césped bajo sus ojos, ni tampoco le veía la cara, ni veía las plantas alrededor, pero sentía que todo se estaba moviendo con violencia y dulzura, y ya no la escuchaba quejarse y entonces era como una suprema armonía, y el ritmo de la tierra y del mundo bajo sus cuerpos, alrededor de sus cuerpos, continuó un rato más allá del fin.
Lloraba sentada mirándose el sexo, y cubriéndose los senos pudorosamente con los brazos. Pensaba en las monjas de su colegio, en sus padres, en la bodega y en sus hermanos. Pen­saba en sus amigas, y se miraba el sexo, y sentía que aquel ardor volvía. Hubiera querido amar mucho a Manolo, que parecía un muerto, a su lado, y que sólo deseaba que las lágrimas de América fueran gotas de agua de la piscina. Trataba de no pensar porque estaba muy cansado... Cuántos días. Soportar sin ver a Marta. Contarle. Todo. Hasta la sangre. Contar que estoy tan triste. Tan triste. ¿Qué después? ¿Qué ahora? Marta va a hablar cosas bien dichas. Si fuera hombre le pego. Mejor se riera de mí para terminar todo. Ahí. Aquí. Anda, lávate. ¡Cállate, mierda! No gimas. Te he querido tanto y ahora estoy tan triste y tú podrás decir que fue haciendo gimnasia y ya no volveré porque te hubiera querido. Antes antes antes. Mandar una carta. Explicarte todo. Desaparecer. Matarme en una carrera con mi auto nuevo. Simplemente desaparecer. Marta te cuenta todo. Cobarde. Decirte la verdad. Sobre todo irme. Si supieras lo triste perdonarías pero nunca sabrás y esto también pasará. Sí. No. Ándate. Ándate un rato. Vete. Cuando me ponga la corbata todo será distinto. Te llevaré a tu casa. No te veré más. Tal vez te des cuenta en la puerta de tu casa, y mañana irás a comprar ropa de verano y no veré tu ropa nueva más apretada. Culpa. Cansancio. Se está vistiendo en ese cuarto de la casa. Soy amigo del jardinero ni mis padres están en Europa. Tal vez te escribiré, América. Con mi corbata. Mi padre no está en Europa. Mentiras. Culpa. Mi padre. Su corbata allá en el cuarto de Miguel. Te llevaré a tu casa, América. Tu casa de tus boleros donde también he matado he muerto. Mi corbata tan lejos. Morirme. Ser. To be. Dormir años. Marta. La corbata allá allá allá allá.
América se estaba cambiando.







Explicaciones a un cabo de servicio
Julio Ramón Ribeyro



Yo tomaba pisco donde el gordo mientras le daba vueltas en la cabeza a un proyecto. Le diré la verdad: tenía en el bolsillo cincuenta soles… Mi mujer no me los quiso dar, pero usted sabe, al fin los aflojó, la muy tonta…Yo le dije: “Virginia, esta noche no vuelvo sin haber encontrado trabajo”. Así fue como salí: para buscar un trabajo….pero no cualquier trabajo….eso, no… ¿Usted cree que un hombre de mi condición puede aceptar cualquier trabajo?…Yo tengo cuarenticinco años, amigo, y he corrido mundo…. Sé inglés, conozco la mecánica, puedo administrar una hacienda, he fabricado calentadores para baños, ¿comprende? En fin, tengo experiencia…Yo no entro en vainas: nada de jefes, nada de horarios, nada de estar sentado en un escritorio, eso no va conmigo…Un trabajo independiente para mí, donde yo haga y deshaga, un trabajo con iniciativa, ¿se da cuenta? Pues eso salí a buscar esta mañana, como salí ayer, como salgo todos los días, desde hace cinco meses… ¿Usted sabe cómo se busca un trabajo? No, .señor; no hace falta coger un periódico y leer avisos…allí sólo ofrecen menudencias, puestos para ayudantes de zapatero, para sastres, para tenedores de libros…bah!! Para buscar trabajo hay que echarse a caminar por la ciudad, entrar en los bares, conversar con la gente, acercarse a las construcciones, leer los carteles pegados en las puertas…Ése es mi sistema, pero sobre todo tener mucho olfato; uno nunca sabe; quizás allí, a la vuelta de la esquina…pero. ¿De qué se ríe? Si fue así precisamente !A la vuelta de una esquina me tropecé con Simón Barriga! … Fue en la avenida Arenales, cerca de la bodega Lescano, donde venden pan con jamón y chilcanos… ¿Se figura usted? Hacía veinte años que no nos veíamos; treinta, quizás desde el colegio; hemos mataperreado juntos… Muchos abrazos, mucha alegría, fuimos a la bodega a festejar el encuentro…. ¿Pero qué? ¿Adónde vamos? Bueno, lo sigo a usted, pero con una condición: siempre y cuando quiera escucharme…así fue, tomamos cuatro copetines…Ah! Usted no conoce a Simón , un tipo macanudo, de la vieja escuela, con una inteligencia,,, En el colegio era un burro y lo dejaban siempre los sábados con la cara a la pared…pero uno después evoluciona….yo también nunca he sabido muy bien mi cartilla …Pero vamos al grano…. Simón andaba también en busca de trabajo, es decir, ya lo tenía entre las manos; le faltaban sólo unos detalles , un hombre de confianza….Hablamos largo y tendido y …. ¡Que coincidencia!  Imagínese usted: la idea de Simón coincidía con la mía…. Como se lo dije en ese momento, nuestro encuentro tenía algo de providencial…Yo no voy a misa ni me gustan las sotanas, pero creo ciegamente en los azares… Ésa es la palabra: ¡Providencial! …. Figúrese usted: yo había pensado ––– y esto se lo digo confidencialmente ––– que un magnífico negocio sería importar camionetas para la repartición de leche y… ¿sabe usted cuál era el proyecto de Simón? … Importar material para puentes y caminos!…..Usted dirá, claro, entre una y otra cosa no hay relación…… Sería mejor que importara vacas Vaya un chiste!! Pero no, hay relación; le digo que la hay…. ¿Por dónde rueda una camioneta ?Por un camino ¿Por dónde se atraviesa un río? Por un puente Nada más claro, eso no necesita demostración. De este modo comprenderá por qué Simón y yo decidimos hacernos socios… Un momento, ¿dónde estamos? ¿Ésa no es la avenida Abancay? ¡Magnifico! …..Bueno, como le decía, ¡socios! Pero socios de a verdad… Fue entonces cuando nos dirigimos a Lince, a la picantería de que le hablé. Era necesario planear bien el negocio, en todos sus detalles ¿eh? Nada mejor para eso que una buena enramada, que unos tamales, que unas botellitas de vino Tacama…. Ah, si viera usted el plano que le hice de la oficina!! Lo dibujé sobre una servilleta… pero eso fue después… Lo cierto es que Simón y yo llegamos a la conclusión de que necesitábamos un millón de soles… ¿Qué? ¿Le parece mucho? No haga usted muecas…. Para mí, para Simón, un millón de soles es una bicoca… Claro, en ese momento ni el ni yo los teníamos. Nadie tiene, dígame usted, un millón de soles en la cartera como quien tiene un programa de cine…. Pero cuando se tiene ideas, proyectos y buena voluntad, conseguirlos es fácil….sobre todo ideas. Como le dije a Simón: “Con ideas todo es posible. Ése es nuestro verdadero capital”….Verá usted: por lo pronto Simón ofreció comprometer a u general retirado, de su conocencia y así, de un sopetón, teníamos ya cien mil soles seguros… Luego a su tío Fernando, el hacendado , un hombre muy conocido….Yo, por mi parte , resolví hablar con el boticario de mi barrio que la semana pasada ganó una lotería …además yo iba a poner una máquina de escribir Remintong, modelo universal…¿Estamos por el mercado? Eso es, deme el brazo, entre tanta gente podemos extraviarnos… En una palabra cuando terminamos de almorzar teníamos ya reunido el capital. Amigo; cosa difícil es formar una sociedad. No se lo recomiendo… Nos faltaban aún dos cosas importantes: el local y la razón social. Para local , mi casa….no se trata de una residencia , todo lo contrario; una casita en el jirón Ica, cuatro piezas solamente …Pero mi mujer y mis hijos irían adormir al fondo…De la sala haría la oficina y del comedor que tiene ventana a la calle, la sala de exhibiciones …Todo era provisional, naturalmente ; pero para comenzar ,magnífico , créalo usted; Simón estaba encantado ….Pero a todo esto ya no estábamos en la picantería. Pagué, recuerdo…pagué el almuerzo y las cuatro botellas de vino. Simón me trajo al patio a tomar café. Pagué el taxi. Simón me invitó un puro… ¿Fue de allí que llamé?…Sí, fue de allí. Llamé a Virginia y le dije: “Mujer, acabó la mala época. Acabo de formar una sociedad con Simón Barriga. Tenemos ya un millón de soles. No me esperes a comer que Simón me invitará a su casa”… Luego del café, los piscos; Simón invitaba e invitaba, estupendo……Entonces vino una cuestión delicada: el nombre de la sociedad. ¡Ah! No crea usted que es una cosa fácil; yo también lo creía… Pero mirándolo bien, todos los buenos nombres están ya tomados…. Primero pensamos que El Porvenir, fíjese usted, es un bonito nombre, pero hay un barrio que se llama El Porvenir, un cine que se llama El Porvenir, una Compañía de Seguros que se llama El Porvenir y hasta un caballo, creo, que se llama El Porvenir…..Ah! Es cosa de mucho pensar… ¿Sabe usted qué nombre le pusimos? A que no adivina!…. Fue idea mía, se lo aseguro…..Ya había anochecido, claro. Le pusimos Fructífera S.A. ¿Se da usted cuenta del efecto? Yo encuentro que es un nombre formidablemente comercial….Pero, no vaya tan rápido, ¿estamos en el jirón Cuzco?….Vea usted; después de los piscos, una copa de menta, otra copa de menta… Pero entonces, ya no organizábamos el negocio; nos repartíamos las ganancias, Simón dijo: “Yo me compro un carro de carreras”. ¿Para qué? –– me pregunto yo. Esos son lujos inútiles… Yo pensé inmediatamente en un chalet con su jardincito, con una cocina eléctrica, con su refrigeradora, con su bar para invitar a los amigos ….Ah, pensé también en el colegio de mis hijos….¿Sabe usted? Me los han devuelto porque hace tres meses que no pago…. Pero no hablemos de esto….Tomábamos menta, una y otra copa; Simón estaba generoso…. De pronto se me ocurrió la gran idea… ¿usted ha visto? Allí en los portales del Patio hay un hombre que imprime tarjetas, un impresor ambulante…. Yo me dije: “Sería una bonita sorpresa para Simón que yo salga y mande hacer cien tarjetas con el nombre y dirección de nuestra sociedad”… ¡Qué gusto se va a llevar! Estupendo, así lo hice… Pagué las tarjetas con mis últimos veinte soles y entré al bar…. El hombre las traería a nuestra mesa cuando estuvieran listas ….. “He estado tomando el aire”, le dije a Simón; el muy tonto se lo creyó….Bueno, me hice el disimulado, seguimos hablando…Para eso, el negocio había crecido, ah, naturalmente! Ya las camionetas para leche, los caminos eran pequeñeces…. Ahora hablábamos de una fábrica de cerveza, de unos cines de actualidades, inversiones de primer orden…. Otra copita de menta….Pero, ¿qué es esto? ¿La plaza Francisco Pizarro?….. Bueno, el hombre de las tarjetas vino. ¡Si viera usted a Simón! Se puso a bailar de alegría; le juro que me abrazó y me besó…. Él cogió cincuentas tarjetas y yo cincuenta. Fumamos el último puro. Yo le dije: “Me he quedado sin un cobre pero quería darme ese gusto “. Simón se levantó y se fue a llamar por teléfono…. Avisaría a su mujer que íbamos a comer…. Quedé solo en el bar. ¿Usted sabe lo que es quedarse solo en un bar luego de haber estado horas conversando? Todo cambia, todo parece distinto; uno se da cuenta que hay mozos, que hay paredes, que hay parroquianos, que la otra gente también habla… Es muy raro… Unos hombres con patillas hablaban de toros , otros eran artistas, creo, porque decían cosas que yo no entendía….. Y los mozos pasaban y repasaban por la mesa….Le juro, sus caras no me gustaban….Pero, ¿y Simón? Me dirá usted…. Pues Simón no venía! Esperé diez minutos, luego veinte; la gente del Teatro Segura comenzó a llegar… Fui a buscarlo al baño… Cuando una persona se pierde en un bar hay que ir a buscarlo primero al baño…. Luego fui al teléfono, di vueltas por el café, salí a los portales…. ¡Nada! ….. En ese momento el mozo se me acercó con la cuenta…. ¡Demonios! Se debía 47 soles… ¿en qué? Me digo yo. Pero allí estaba escrito…… Yo dije: “Estoy esperando a mi amigo”. Pero el mozo no me hizo caso y llamó al maitre... Hablé con el maitre que es una especie de notario con una servilleta en la mano…. Imposible entenderse…. Le enseñé mis tarjetas…. ¡Nada! Le dije: “Yo soy Pablo Saldaña!” ¡Ni caso! Le ofrecí asociarlo a nuestra empresa, darle parte de las utilidades… El tipo no daba su brazo a torcer… En eso pasó usted, ¿recuerda? ¡Fue  verdaderamente una suerte! Con las autoridades es fácil entenderse; claro, usted es un hombre instruido, un oficial, sin duda; yo admiro nuestras instituciones, yo voy a los desfiles para aplaudir a la policía… Usted me ha comprendido, naturalmente; usted se ha dado cuenta que yo no soy una piltrafa, que yo soy un hombre importante ¿eh?…. Pero, ¿qué es esto?, ¿dónde estamos?, ¿ésta no es la comisaría?, ¿qué quieren estos hombres uniformados? ¡Suélteme, déjeme el brazo he dicho! ¿Qué se ha creído usted? ¡Aquí están mis tarjetas! Yo soy Pablo Saldaña el gerente, el formador de la Sociedad, yo soy un hombre, ¿entienden?, ¡un hombre!
 Amberes 1957



Comenta los cuentos atendiendo a lo aprendido sobre técnicas narrativas.

27 comentarios:

Anónimo dijo...

“Explicaciones a un cabo de servicio” en este cuento el único protagonista, Pablo Saldaña, desgrana las últimas horas vividas a su desconocido y mudo acompañante en el intento de evitar su inmediato destino, Monólogo urbano, callejero, patético
Su protagonista representa al migrante que ha interiorizado la idea de la ciudad como “unidad dada en un espacio físico con un correlato cultural,” a la que debe asimilarse
Aquí el autor hace uso del recurso anafórico como es el uso de pronombres de objeto indirecto, que remiten al “usted” del interlocutor de Saldaña. Estos recursos lingüísticos propios del diálogo son un mecanismo del narrador para vincular el oyente a la situación de la enunciación y, con esto, mantener su atención.
El cuento de Ribeyro muestra, además, al narrador en el proceso de recrear su experienciapara convertirla en narración, pues el tema del relato del protagonistaes cómo creó otro relato: Saldaña elabora una historia para/con el cabo en la que le cuenta la historia que el aboró para/conSimón Barriga.
El cuento de Ribyero tiene tono humorístico no sólo por la comicidad del discurso del personaje, sino también a nivel del relato, por el intertexto que convoca, pues este cuento permite ser leido como parodia de un relato policiaco. Como los cuentos policiacos “Explicaciones a un cabo de servicio” es la reconstrucción verbal de un delito y la explicación de los móviles del mismo. También, como en los relatos policiacos, la narración empieza donde termina el crimen, el relato mismo es el razonamiento para dilucidar el hecho delictivo y los protagonistas son el criminal y la figura de autoridad


gloria crisanto

Anónimo dijo...

Definitivamente"El descubrimiento de América" del reconocido compatriota Alfredo Brice Echenique es un extraordinario cuento donde los personajes utilizan el monólogo interior através del cual revelan su estado interior intimo:lleno de experiencias emociones y sentimientospermitiendo que el lector mantenga una profunda intimidad con los personajes.
finalmente el excepcional cuento "Explicaciones a un cabo de servicio" Paco Saldaña es el narrador del cuento quien relata sus expriencia y su vida en primera persona

José Luis Cisneros Aguila

Anónimo dijo...

Ambos cuentos son evidentemente extraordinarios a los ojos de cualquier lector y mucho más aún las modernas técnicas narrativas que se introducen en los cuentos que los hacen excepcionales.
Con respecto al cuento “DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA” puedo encontrar dos técnicas:
1.Monologo Interior: Esta técnica está presente en grandes partes del cuento, permitiéndonos saber lo que habla, piensa o siente Manolo y América dentro de si mismos. Ejemplo:
•Manolo: …Te llevaré a tu casa, América. Tu casa de tus boleros donde también he matado he muerto. Mi corbata tan lejos. Morirme. Ser. To be. Dormir años. Marta. La corbata allá allá allá allá. América se estaba cambiando.
•América: Desde el borde de la pisci¬na, ella lo veía pensativo, cogido de la escalerilla... Pero mis amigas qué van a pensar tengo buen cuerpo y con mi cara esperan algo mejor …Me gusta mucho, me gusta más que otros enamorados no le he dicho he tenido…
2.Flash back: En el cuento Manolo recuerda dos veces rápidamente los paseos con su padre en Chosica, momentos que hacen de esta ciudad entrañable para él. Ejemplo:
• ... No olvidaría aquellos domingos en que salía a pasear con su padre por el Parque Central. Un lunes, le hubiera dicho: «Anda a comer. Estudia. Haz tus temas». Pero era domingo, y le preguntaba: « ¿Quieres regresar ya? Nos paseamos un rato más»…
En el segundo cuento “EXPLICACIONES A UN CABO DE SERVICIO” puedo encontrar:
1.Monologo: Pablo Saldaña narrador protagonista a lo largo del cuento nos va a dar a conocer lo que le sucedió desde la mañana con su esposa, al salir en busca de trabajo , finalmente su encuentro con su amigo Simón Barriga y consigo la frustración de un negocio ilusorio.
El empleo del monologo es evidente, pues él es el único personaje que habla, y que nos da a conocer lo más mínimos detalles, no hay interacción con otros, aunque sabemos indudablemente que existe el cabo de servicio quien lo está conduciendo a la comisaria por no tener con que pagar la cuenta de 47 soles del bar, nuestra atención no se centra en él sino en Pablo Saldaña. Ejemplo:
•Un momento, ¿dónde estamos? ¿Ésa no es la avenida Abancay? ¡Magnifico! …..Bueno, como le decía, ¡socios! Pero socios de a verdad… Fue entonces cuando nos dirigimos a Lince, a la picantería de que le hablé.
ADA CÓRDOVA PEÑA.

Anónimo dijo...

“Un par más y nos vamos”, es sin duda la expresión mas acertada para culminar este taller, y de tal forma con escritores magníficos, que han hecho del cuento, una expresión singular de los temas que jamás dejaran de ser importantes.

“EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA”, es un cuento cargado de emociones, y que Alfredo Bryce Echenique nos regala para también envolvernos en sus líneas, haciéndonos vivir los miedos, deseos y pasiones en la figura de Manolo y de esta chica América; sensual, atrevida, una niña mujer que sólo desea dejar de estudiar para VIVIR, sin ataduras, y que piensa erróneamente encontrar lo que desea en Manolo. Para ello se ha utilizado el Monólogo, cada uno muestra sus verdaderos pensamientos; América en su afán de darse una buena vida, diversión; y Manolo, AMAR COMO ANTES; así también el flash back, donde manolo recuerda momentos de su niñez al lado de su padre.

“EXPLICACIONES A UN CABO DE SERVICIO”, nos lleva a una narración diferente, donde el único personaje que habla es Pablo Saldaña, convirtiéndose en un narrador en primera persona. Haciendo uso del monólogo, Julio Ramón Ribeyro nos muestra como Pablo Saldaña narra y a la vez contesta todo, haciendo que el cabo sea un personaje mudo. Pienso que este cuento mezcla la renovación de estilo y la forma para narrar.

VANESSA CRUZ AYALA

Anónimo dijo...

El descubrimiento de América» es un cuento donde se abandona la ternura y se explora la sensualidad y la sexualidad que queda abocada al fracaso. Haciendo uso de técnicas narrativas como el monólogo y el flash back, para dar a cada personaje una herramienta de expresión intima y de recuerdos inolvidables.
“EXPLICACIONES A UN CABO DE SERVICIO”, es un cuento formidable, una narración que nos muestra claramente el monologo y la intervención de Pablo Saldaña, quien se convierte en el único narrador. El título nos refiere a un segundo personaje, el cual no interviene en la historia, pero que está presente y que hace de la historia un juego literario excelente.

Juan Santur Cardoza

Anónimo dijo...

El descubrimiento de América es un maravilloso cuento en el que encontramos muchas técnicas que utiliza Alfredo Bryce entre ellas están:
- Flash Back: ya que Manolo al momento, recuerda constantemente a su padre, y cuando está con América recuerda constantemente las palabras de Marta.
- Monologo interior:técnica que
podemos apreciar al momento que los dos personajes principales,Manolo y América, se sumen en sus pensamientos.
Este cuento llama mucho la atención desde el título que lleva, ya que aparentemente parece que fuera a tratar de otro tema.
Explicaciones a un cabo de servicio, es un cuento muy fácil de leer, por el lenguaje que utiliza Ribeyro, tanto así que nos traslada a esa situaciones que se dan. Además es un cuento que esta en primera persona, ya que Pablo Saldaña nos cuenta su historia.
En este cuento es puede apreciar la técnica del monologo interior ya que pablo contará lo que aconteció con su mujer, y lo que el piensa cuando se encuentra solo en el bar, abandonado por Simón.
Márquez Calderón Angi

Anónimo dijo...

EL DESCUBRIMEINTO DE AMÉRICA:
La necesidad de querer o “amar como antes” y la atracción son algunos de los temas que podemos encontrar dentro del cuento “El descubrimiento de América” del escritor Alfredo Bryce Echenique, un joven universitario que buscaba “amar como antes” idealiza a una joven colegiala algo superficial, crédula y frívola que lo único que le importaba era terminar el colegio y “descansar” de aquello que ella considera inútil para ella. Manolo, el protagonista de esta historia se ilusiona de América, la joven superficial, y para conquistarla inventa que es adinerado para poder llamar su atención, logra el gusto de esta joven y termina la historia con lo que denomina el escritor “descubrimiento” de ella como mujer ante él (sexo).
En esta historia podemos encontrar la presencia de 3 técnicas:

a) La estructura que ha seguido el autor en la narración de esta historia es la lineal, los hechos presentados en esta historia siguen un orden hasta el desenlace de estos hechos.
Primero se presenta esta historia con el deseo del protagonista por querer conocer a la joven que cree estar enamorado, o cree amar como antes; y el desenlace de ella es en el momento en que Manolo llega a tener relaciones sexuales con América.

b) Flash back: en 2 momentos de la historia Manolo regresa al pasado, recuerda a su padre cuando este era un niño y cuando mambos paseaban por Chosica “No olvidaría aquellos domingos en que salía a pasear con su padre por el Parque Central. Caminaban entre la gente, y su padre lo trataba como a un amigo. Le costaba trabajo reconocerlo sin su corbata, sin su terno, sin su ropa de oficina, sin su puntualidad, y sin sus órdenes. No era más que un niño, pero se daba muy bien cuenta de que su padre era otro hombre”. El segundo momento en que se presenta esta técnica es también el recuerdo de su padre y su miedo cuando él intentaba discutir con otras personas, ya que sabía que perdería por su contextura delgada y débil.

c) Monólogo interior: esta técnica que trata de una especie de discurso corto e ininterrumpido dicho por una sola persona, que puede estar expresando en voz alta sus sentimientos y pensamientos, o dirigiéndose hacia otras personas en los siguientes momentos: “Estaba dispuesto a contarle todo lo que Marta le había dicho sobre ella. Estaba dispuesto a decirle que entre ellos todo iba a ser perfecto, y que él creía aún en tantas cosas que según la gente pasan con la edad. Estaba decidido a explicarle que con ella todo iba a ser como antes, aunque le parecía difícil encontrar las palabras para explicar cómo era ese antes”.

ALUMNA: STEPHANIE LÓPEZ ORTIZ

Anónimo dijo...

Alfredo Bryce Echenique, es el autor que nos muestra personajes que buscan el verdadero camino o aquel rumbo perdido. En el "DESCUBRIMIENTO DE AMÉRCA", nos presente a Manolo como alguien que busca amar como antes y confunde ese sentimiento con la atracción que siente por América, incluso llega a idealizarla exigiéndose a él mismo amarla.

En esta lectura encontramos:

Monologo interior; ya que Manolo y América se sumen en sus pensamientos permitiendo saber que sienten o piensa cada personaje de la historia.

Flash back: En esta historia Manolo recuerda a su padre cuando él era niño y las palabras de Martha sobre América.


"EXPLICDACIONES A UN CABO DE SERVICIO", aquí Julio Ramón Ribeyro nos presenta a un personaje que narra su historia en primera persona. En esta lectura se da el Monologo Interior; ya que Pablo Saldaña nos a conocer que sucedió con su esposa y también con los acontecimiento que le ocurren durante la historia como por ejemplo la frustración de un negocio ilusorio.



JUÁREZ FERNÁNDEZ MERCEDES ELIZABETH

Anónimo dijo...

Saavedra Alburqueque, Jorge Luis
Parte 1:
Alfredo Bryce Echenique, un peruano que ha recibido muchas críticas relacionadas a sus producciones y los plagios de los que es acusado. A pesar de ello, él niega y se esperanza en que algún día saldrá de la injusticia por la que es encarcelado. No obstante, no podemos dejar de citar las diversas multas que tuvo que pagar, por ejemplo los textos copiados de Oswaldo de Rivero, de quien Bryce Echenique hizo su defensa con las siguientes palabras: “Ese fue un error. Le escribí, y allí sí me disculpé e hice público mi error”.
Ese fue una pequeña muestra de que los autores, inclusive los más destacados, también se ven tentados por la ambición de inflar su repertorio literario.
En cuanto a "El descubrimiento de América", se puede apreciar que el título establece un estrecho vínculo con la homonimia, donde Manolo empieza la partida en busca de asociarse con su vida sexual. También destacada la intencionalidad del autor de expresar las circunstancias favorables de dos jóvenes que creen amarse, sin embargo el resultado es más que esperado.
El nombre América, pese ser inusual, está personificado en una muchacha de ciertas características que podríamos
llamar "frívolas". El narrador en tercera persona que nos la presenta, lo hace con entusiasmo: "América era hija de un matrimonio de inmigrantes italianos. Una de las muchachas más hermosas de Lima".
En cuanto a la forma de pensar de Manolo sobre América es distinta, o por lo menos él trata de que sea distinta. Tal vez siente la necesidad de amar como lo hizo alguna vez con Cecilia. El narrador que nos presentó a la muchacha, sin duda hombre, no comparte totalmente la opinión que de la protagonista nos hace Marta -una amiga de ambos que hará de lazo de unión entre ellos, al referirse a la inteligencia y a América; sin embargo, Manolo le resta importancia a ello. El espacio de este relato es un espacio ficticio, engañoso. No sólo Manolo trata de engañarse en lo que se refiere a los sentimientos que América despierta en él, sino que la conquista de la muchacha se logra
mediante situaciones que no existen: el "carro" de Manolo al que hace estrellarse en la imaginación para justificar su ausencia; "su" gran casa vacía de Chaclacayo de la que sólo es amigo de su jardinero, etc.
y sin duda, suena eco(como lo antecedieron mis compañeros), el uso de alas técnicas narrativas que Bryce Echenique empleó en esta obra para seguir siendo considerado (a pesar de pruebas y acusaciones en su contra) uno de los escritores más influyentes y representativos de la literatura peruana a nivel mundial.
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Anónimo dijo...

Saavedra Alburqueque, Jorge Luis
PARTE 2"Explicaciones a un cabo de servicio", creada por unos de los mejores literaros del Perú, y tambi´en uno de mis preferidos: Julio Ramón Ribeyro. Sin duda se trata de un personaje que recrea ambientes frescos y envolventes, un autor, n peruano que juega con los sentimientos del lector, lo derrumba cuando cree que sabe el desenlace o final.
"Explicaciones a un cabo de servicio", se introduce no en la totalidad, en el campo de los monólogos interiores. El ambiente en donde se desarrolla el cuento es un escenario urbano conflictivo. El protagonista es un inmigrante que hace de Lima, la ciudad soñada y del éxito. Cabe resaltar que el cuento está constituído por el relato de Saldaña, su actuación lingüística es la única fuente de información sobre sí mismo,sobre los otros, sobre los eventos y sobre su entorno. Dicho relato permite ver los mecanismos del personaje quien trata de pertenecer a Lima, y el fracaso de su tentativa. El cuento de Ribyero tiene un tono humorístico no sólo por la comicidad del discurso del personaje, sino también a nivel del relato, por la intimidad del texto que convoca, pues este cuento permite ser leido como parodia de un relato policiaco. Como los cuentos policiacos “Explicaciones a un cabo de servicio” es la reconstrucción verbal de un delito y la explicación de los móviles del mismo. La trascendencia que logra el relato está vinculada al tipo de recepción que este procura, en la cual el lector desempeña un papel decisivo. La mitad del arte de la narración de cuentos reside en mantener la historia libre de explicaciones,como se afirma; los cuentos más extraordinarios son relatados con gran exactitud, pero la conexión sicológica de los eventos no es forzada en el lector.

Anónimo dijo...

Explicaciones a un cabo sin servicio
En este conflictivo escenario urbano se ubica el cuento de Ribeyro “Explicaciones a un cabo de servicio.” Su protagonista representa al migrante que ha interiorizado la idea de la ciudad como unidad dada en un espacio físico con un relato cultural a la que debe asimilarse
Se puede precisar como un hombre pobre y desempleado, Pablo Saldaña, es conducido a la comisaría por un cabo de la policía. En el trayecto por distintas calles de Lima, Pablo Saldaña le cuenta al cabo lo que ha sucedido ese día, su salida de casa con la determinación de conseguir trabajo.
Es muy importante resaltar que el cuento en su totalidad está constituido por el relato de Saldaña. El campesinado, especialmente el más pobre y deprimido de la sierra, el indígena migró masivamente hacia las ciudades, huyendo de la extrema pobreza y buscando mejores oportunidades en el medio urbano. Su presencia sorprendió, conmocionó y desbordó al sistema, revelando sus inconsistencias y debilidades. Una de estas debilidades era sin duda la nula o escasa existencia de fuentes ocupacionales modernas en el mundo rural, en tanto que las existentes se hallaban concentradas en Lima, la capital, y en contadas ciudades donde han avanzado más rápido que otras.
La manera como escribe Ribeyro convierte este relato en su experiencia y su vida y las devuelve a los otros para que se reconozcan en ellas. También su discurso tiene las huellas de su individualidad.
Coloma Rivas Ibrahim

Anónimo dijo...

_No debemos olvidar que Bryce y Ribeyro, fueron grandes amigos; unos ejemplos es que en el origen de la carrera literaria de Bryce estuvo siempre el sabio consejo de Julio Ramón Ribeyro quien le sugirió el título de su primera colección de cuentos, Huerto Cerrado, con la que Bryce obtuvo más tarde un premio en La Habana...Bryce, en sus casi 30 años de vida de escritor, no ha dado una sola entrevista en la que no hable de su amigo Ribeyro, en la que no le exprese de mil modos su afecto, negándose, ahora que Ribeyro ya no está, a que el tiempo se vaya tragando el recuerdo del "flaco", prestándole siempre su voz y su sangre, que es la misma que está en los libros de ambos.
_En ambos cuentos podemos ver dibujada la urbanidad (términos como taxi, sociedad anónima), seguida de la soledad; en protagonistas totalmente rurales o provincianos.
“EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA”, el cuento empieza “América era hija de un matrimonio de inmigrantes italianos. Una de las muchachas más hermosas de Lima.” Y nos hace ver a América como una “perricholi” la cual Fue una de las mujeres más célebres y que igual que ella es vista como una diva, sensual, muy atractiva y coqueta, claro que con nada en el cerebro, mas que con la ilusión de encontrar un buen partido y vivir de eso. Que queda abocada al fracaso ya que manolo solo desea conquistarla y hacer de ella instantes de amor.
Podemos notar el Monólogo, muy bien utilizado por Manolo, al irnos narrando lo que pasaría si todo se descubre. También el flash back, al hacer que manolo recuerde algunos paseos que el antes daba con su padre cuando era pequeño.
“EXPLICACIONES A UN CABO DE SERVICIO”, son unas series de monólogos interiores. Encontramos a Pablo Saldaña que como mal sueño narra en primera persona lo que le ha sucedido con su socio Simón. Lo interesante acá es como interrumpe su narración para recrearnos y vivir sitios que le pertenece a Lima y que cualquier limeño recordaría. Además es rico en ocurrencias e ironía también.
Victor León Coloma.

Anónimo dijo...

El descubrimiento de América es un gran cuento de Brice, al principio, por el título da que pensar que es un texto histórico o algo parecido, pero después uno se da cuenta de que es purita literatura, y peruana por cierto. Nos narra el desencanto del joven que hizo de todo para conquistar a América, y cuando por fin probó el caldo se sintió mal, ano era lo que esperaba y hasta siente una rabia interna.
En el segundo cuento, yo no veo monólogo interior en ninguna de las líneas, es una narración en segunda persona, la más difícil de lograr, pero que Julio se apoya en el oficial de policía para hacerla más sencilla y entendible.
típico personaje de Julio, Pedro Saldaña, representa a a aquellas personas que no son nada en la vida y se creen lo máximo, aunque padecen de muchas necesidades, magistral su narración, que uno se siente emocionado al enterarse de que era un oficial en un patrullero a quien se le narraba la historia, aunque al principio creí que era a un amigo en el bar, después a un taxista corriente,pero después nos da la linda sorpresa de que eras un oficial.
Magníficos cuentos, pero me gustó más el segundo.

Henry Morán.

Anónimo dijo...

«El descubrimiento de América»
abandona esa ternura y explora en la sensualidad y una sexualidad que deja al lector plasmado en las letras.
Es importante anotar que el cuento en su totalidad está constituído por el relato de Saldaña, su actuación lingüística es la única fuente de información sobre sí mismo,sobre los otros, sobre los eventos y sobre su entorno. El discurso de Saldaña permite ver los mecanismos a través de los cuales el personaje trata de pertenecer a la ciudad,Lima, y el fracaso de su tentativa.
El personaje exhibe la precaria y dolorosa situación del inmigrante que intenta asimilarse a la ciudad y que en cada intento revela su condición de extranjero en la misma. Saldaña trata de apropiarse de las costumbres y de los signos de la cultura urbana y al hacerlo exhibe una manera marcadamente rural de relacionarse con el entorno.
·····Manuel guerrero·······

Anónimo dijo...

1. Cristhian Albán Vicente
"EXPLICACIONES A UN CABO DE SERVICIO"
Este cuento se trata de un hombre sin trabajo que salía todos los días a buscar untrabajo, pero no le gustaba los trabajos simples, el ambiciaba muchas cosas, el quería ser el jefe, una mañana salio de su casa con 50 soles en el bolsillo y se encontró con suamigo Simón que no veía cerca de 30 años, este le propuso formar una sociedad queserias de llevar materiales construcción para puentes y caminos, el acepto, pero para ellonecesitaban de un millón de soles, pensaron largo rato de donde conseguir ese dinero pensaron en pedir a muchas personas conocidas, planificaron todo, y se fueron a un bar a conversar, a la mañana siguiente se encontraron otra vez en el bar pero el hombre pensó en darle una sorpresa a su amigo, hizo hacer tarjetas para su negocio y gasto todoel dinero que tenia, a Simón le dio 50 tarjetas y otras 50, este salio a avisar supuestamente a su mujer que iba a comer con su amigo pero no regreso, el hombreesperaba en el bar y luego le dieron la cuenta que tenia que pagar pero no tenía dineroasí que lo llevaron a la comisaría explicando todo al oficial encargado de la comisaría,aduciendo verdad en sus palabras.
"EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA"
América era hija de un matrimonio de inmigrantes italianos. Una de las muchachas más hermosas de Lima. ¡Qué bien le queda su uniforme de colegiala! Su uniforme azul marino de colegiala. De colegiala que ya se cansó de serlo. De colegiala con mentalidad pre-automovilística, pre-lujosa, y prematrimonial. De colegiala que se aburre en las clases de literatura, que jamás comprendió las matemáticas, y que piensa sinceramente que Larra se suicidó por cojudo, y no por romántico. Era su último año de colegio, y no sabía como ingeniárselas para que su uniforme pareciera traje de secretaria. Usaba las faldas bastante más cortas que sus compañeras de clase, y se ponía las blusas de cuando estaba en tercero de media. ¡América! ¡América! Si no hubieras estado en colegio de monjas, tus profesores te hubieran comprendido. Pero, ¿para qué?, ¿para quién?, esas piernas tan hermosas debajo de la carpeta. Refregaba sus manos sobre sus muslos, y se llenaba de esperanzas. Las refregaba una y otra vez hasta que sonaba el timbre de salida. Tomaba el ómnibus en la avenida Arequipa, y se bajaba al llegar a la Plaza San Martín. Cruzaba la Plaza San Martín y sentía un poco de vergüenza de caminar con el uniforme azul. Pero a los hombres no les importaba: «Así vestida de azul, la haría bailar», dijo un bongosero que salía de un night club. América sintió un escalofrío. Pero los músicos no eran su género, ni tampoco ese flaco con cara de estudiante de letras, que la veía pasar diariamente, rumbo a la bodega de sus padres, en el jirón Huancavelica.

Anónimo dijo...

...2
Pero ese flaco no estaba esperándola hoy día, y a América le fastidió un poco no verlo. El espacio es el término abarcador para todo el trabajo, y cubre, dándole forma, todos los campos posibles, desde el propio del escritor, peruano nacido en la burguesía limeña y predestinado a ser banquero, siguiendo con la tradición familiar, y con vocación precoz hacia la literatura, desviada por algún tiempo por las
presiones familiares, de las que le quedó una carrera de abogacía casi por estrenar, y el deseo y la idea de que en el Perú, y en su medio, su vocación no progresaría. Cumpliendo con el deber filial entregó el título al padre y lo cambió por un billete de ida a Europa (de ida sin regreso, como sabemos por la perspectiva que nos ha dado el tiempo). Y de aquí nace toda su obra, del deseo primero, pero condicionado por la ruptura con el medio que, por
lo menos le pertenecía y lo arraigaba, y el trueque de esa tranquilidad material por esa vocación aún incipiente y
la dura vida de estudiante becado en París. Y de esta dualidad, de este desarraigo a que lleva toda ruptura
drástica nacerá, en cierta manera, su obra. Y explicará, también, la elección del tema del trabajo: El espacio en
la obra de Alfredo Bryce Echenique, ya que un cambio geográfico (espacial y social) fue la espoleta -un poco
retardada es cierto- (llegó a París en 1964, y Huerto cerrado, su primer libro de cuentos fue publicado en 1968) que hizo estallar toda su obra. Y aún hay más, un gran parte de sus novelas tienen como tema, recisamente, las dificultades que cualquier sudamericano, estudiante y "sin dólares", tiene en un país extranjero, y concretamente
-en el mismo periplo que Bryce Echenique- en Francia.
Cristhian Albán Vicente

Anónimo dijo...

Descubrimiento de América es una narración que tomando solo su título nos haría pensar que se trata del hecho histórico, sin embargo al leer nos damos cuenta que si existe un descubrimiento pero no de un continente nuevo si no de los sentimientos que envuelven a los personajes de este historia y que giran alrededor de una joven llamada América .los monólogos interiores se usan para poner de manifiesto los sentimientos y el estado de ánimo de los que participan de ella y sobre todo del pobre Manolo que ve en esa joven un amor idealizado por quien fue capaz de mentir y hacer cosas jamás pensada y que al final el lector piensa que en realidad sintió al más por su amiga Marta ,pues para todo confiaba en ella y al final se siente mal al pensar en lo que ella pensaría de él.
En Explicaciones a un cabo de servicio su autor Julio Ramón Ribeyro utiliza un tipo de narrador menos utilizado. Tiene las características del narrador autodiegético o de segunda persona porque suele contar su propia historia. Es un tipo de narrador que busca la complicidad del lector. Por eso se dirige constantemente a él y no pretende a presentar a nadie en particular, en esta historia solo hay un protagonista que es quien presenta ,cuenta ,pregunta y se responde él mismo y se dirige al lector en reiteradas veces. El autor nos presenta una forma muy novedosa `poco similar pero a la vez muy interesante ANA VICTORIA GARCÍA HUACHES.

Anónimo dijo...

en descubrimiento de america encontramos monologo interior porque permite conocer pensamientoas y sentimientos de los personajes. y el flash back recuerda momentos pasados como de su niñez.
gloria crisanto

Anónimo dijo...

Ambos cuentos tienen un contenido extraordinario. Al momento de leer el título del cuento el descubrimiento de América nos lleva a la imaginación acerca del contexto historio, pero cuando ya vamos leyendo el contenido del cuento resulta que no se trata de un hecho histórico aquí el autor hace énfasis al amor que siente manolo hacia la bella joven. En cuanto a las técnicas que tiene el cuento es monólogo interior donde ambos personajes AMERICA y MANOLO fluyen sus pensamientos, sentimientos y sus estados de ánimo
Explicaciones a un cabo de servicio el narrador esta en segunda persona aquí el autor hace hincapié aquellas persona que se encuentran sin empleo y viven una vida de inmigrantes, este personaje Pablo Saldaña nos narra los acontecimientos y frustraciones que tiene ya que todos los días va por busca de trabajo, este personaje es quien cuenta, pregunta y contesta en toda la historia.
El autor no hace mención del nombre del protagonista y llega hasta el final en decir el nombre del personaje.
Mirtha Lopez Palomino

Anónimo dijo...

“EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA”, es un cuento en que Alfredo Bryce nos, refleja, deseos y pasiones en la figura de Manolo y de esta chica América; sensual, una jovencita de desea vivir el amor loco a plenitud sin importarle nada más que su entrega total a la pasión y deseo, sin ataduras, y que piensa de forma equivocada encontrarlo en Manolo.
El Monólogo interior: se presenta cuando, cada uno muestra sus verdaderos pensamientos; América en su locura enamorada quiera darse una buena vida, diversión; con Manolo.
Flash back: En el momento cuando manolo recuerda momentos de su niñez al lado de su padre. Pues Manolo recuerda dos veces rápidamente los paseos con su padre en Chosica, momentos que hacen de esta ciudad tener nostalgia. Ejemplo:
_ No olvidaría aquellos domingos en que salía a pasear con su padre por el Parque Central. Un lunes, le hubiera dicho: «Anda a comer. Estudia. Haz tus temas». Pero era domingo, y le preguntaba: « ¿Quieres regresar ya? Nos Paseamos un rato más»…
“EXPLICACIONES A UN CABO DE SERVICIO”,
Es un cuento muy interesante, por el lenguaje que utiliza Ribeyro, tanto así que nos traslada a esos escenarios en que ocurren los hechos. Además es un cuento que está en primera persona, una forma de lector comprometido. Podemos ver que Pablo Saldaña nos cuenta su historia.
Monologo interior: Pablo Saldaña narrador protagonista a lo largo del cuento nos va a dar a conocer lo que le sucedió desde la mañana con su esposa, al salir en busca de trabajo.
PAICO ORTIZ,ROXANA VICTORIA

Anónimo dijo...

El descubrimiwnto de América es un cuento que con el título llama muchoa la atención porque cualquiera puede decir que se trata del continente sin embrago se trata de una chica muy bella y hermosa en el se aprecian tecnicas como es flash back ya que se maniestan moementos en que Manolo vrecuerda a su padre y por otro lado cuando esta con America se se viene a la mente todas las frses y palabras de Martha.
por otro lado tambien se puede observar la tecnica del monologo inetrior porque los personajes se vuelven uno solo con los pensamientos que tienen y nos permite saber que es lo que piensa cada uno de los personajes.
En el cuento explicaciones a un cabo de servicio la tecnica mas utiliza es la del monologo interior porque se percibe facilmente que el Julio Ramón Ribeyro plasma todas las maneras de pensar del protagonista Pablo Saldaña, además se encuentra redactado en primera persona .
Claudia Mirella Mogollón Zapata

Elio Mondragón dijo...

"El descubrimiento de América" de Brice , es sin duda un cuento que te lleva línea a línea seguir a los personajes que expresan su lado hábil y preciso para lograr un objetivo y mantener al lector atento y comprometiéndolo hasta el témino del cuento y sentir un final que no cumple con la espectativa inicial.

Elio Mondragón dijo...

“Un par más y nos vamos”,es una narración, elogiable donde cada elemento cumple un aporte importante, de tal manera que cada detalle compromete a lector y hace un cuento extraordinario y magnífico.

Elio Mondragón dijo...

Explicaciones a un cabo de servicio” juega con un sólo protagonista, Saldaña, que vive un monólogo interior, donde cuenta sus aventuras irrealizables,en la que está presente la anáfora como un mecanismo del narrador para mantener atento al lector.

Anónimo dijo...

El descubrimiento de América”, del autor Alfredo Brice Echenique es un extraordinario cuento que al principio, cuando leemos el titulo pareciera que vamos a detallar acerca de descubrir un continente, su historia; pero lo que descubrimos es que trata de un cuento cargado de emociones sentimientos tan puros y sinceros como se puede apreciar en la figura de Manolo y de esta chica América; sensual, atrevida, una niña mujer que sólo desea dejar de estudiar para VIVIR, sin ataduras, y que piensa erróneamente encontrar lo que desea en Manolo
Las técnicas que emplea el autor en este cuento son:
Monologo interior; ya que nos muestra el estado interior intimo: lleno de experiencias emociones y sentimientos permitiendo que el lector mantenga una profunda intimidad con los personajes.


Flash back: En esta historia Manolo recuerda a su padre cuando él era niño y las palabras de Martha sobre América.
En el cuento:” EXPLICACIONES A UN CABO DE SERVICIO”
Julio Ramón Ribeyro nos presenta a un personaje que narra su historia en primera persona. En esta lectura se da el Monologo Interior;Podemos ver que Pablo Saldaña nos cuenta su historia. Pablo Saldaña narrador protagonista a lo largo del cuento nos va a dar a conocer lo que le sucedió desde la mañana con su esposa, al salir en busca de trabajo.
JUANA MARIA, VASQUEZ JIMENEZ

Anónimo dijo...

Definitivamente, los dos cuentos están a la altura, tanto como los autores, el sólo hecho de saber los autores, ya se comprende que se podrá tener una buena lectura. Los dos cuentos tienen técnicas modernas, encontrando así: flash back y monólogo interior. Además de rescatar que Ribeyro invita al lector a ser partícipe de la narración, teniendo el cuento una voz de segunda persona que crea una relación más íntima y singular con el lector.
En el cuento de Bryce encontramos al narrador Omnisciente que nos describe sensaciones y pensamientos de los personajes y que nos hacen no sólo partícipes de su personalidad sino de su psicología…

Cinthya Armijos Barreto.

Anónimo dijo...

en estos dos grandes cuentos el autor utiliza la tecnica llamada el monólogo interior ´como todos sabemos esta tecnica se caracteriza porque permite conocer los estados de ánimo de los personajes én ambos suentos se puede apreciar en el caso de america y pedro saldaña.
otra tecnica moderna que se puede apreciar es el flash back pues manolo recuerda lindas axperiencias al lado de su padre.